28 de marzo de 2009

"Diario de una adolescente americana"

Prólogo

No me había dado cuenta, todo había pasado muy rápido, aún no me lo podía creer, ¿cómo es posible que me hubiera besado?

Todo en mi interior se debatía, una parte me decía que todo lo que había ocurrido era una mentira, algo inventado por mi subconciencia para hacerme daño, la otra me decía que era verdad, pero yo prefería creer la primera parte, ya que tenía más sentido que la segunda.




Capítulo 1º: "Mi nuevo hogar"


Nunca había querido que el tiempo se parase, pero en este momento lo deseaba con todas mis fuerzas. Quería volver hacia atrás, cuando mi madre todavía vivía. La echaba mucho de menos.


Me encontraba frente a mi nueva casa, al norte de Seatle. Era una casa grande, pintada con un color amarillo limón que desentonaba. Tenía pocos años, uno o dos como mucho. Mi padre la había comprado dos meses antes de que mi madre muriera, como supuesta casa de verano, aunque yo sospechaba que no era así.


Mi padre y mi madre me habían ocultado muchas cosas, algunas sin importancia para mi, solamente había dos cosas que realmente me molestaban; que me hubieran ocultado que mi madre tenía cáncer y que nos íbamos a mudar.


Ahora que mi madre había muerto, mi padre había adelantado la mudanza, lo que supuestamente iba a pasar en un año, había pasado en un mes. Yo no quería mudarme, allí tenía a toda mi familia, mis amigos, pero no me atrevía a decírselo a mi padre. Él ya había sufrido bastante con la muerte de mi madre y yo no quería ponerle las cosas más difíciles de lo que ya las tenía, por lo que decidí no decirle nada.

En este momento me di cuenta, mi padre me estaba observando curioso.

-¿Isabella te encuentras bien?, te has puesto pálida.-Dijo exagerando la última palabra.

Puse los ojos en blanco. Siempre me decía eso cuando me quedaba exhorta en mis pensamientos.

-No creo que pueda estar más pálida de lo que estoy siempre.

Siempre estaba blanca como la nieve, era albina, bueno casi, me venía de herencia materna.

-Tienes razón, te pareces a tu madre.- Al pronunciar la última palabra su estado de ánimo cambió, si antes su rostro reflejaba alguna gota de alegría, ahora ya no quedaba ningún rastro de ella.

Yo no sabía que hacer, no sabía de que forma consolarlo. Le di un beso en la frente y lo abracé, ya que me parecía la mejor forma de consolarlo.

-Gracias.

-Sabes que siempre puedes contar conmigo.

-Lo sé.